SUFRIMIENTO AÑADIDO. El aislamiento es un sufrimiento añadido a la enfermedad cuando una persona queda ingresada en el hospital por el Covid-19. Mientras que las paredes de la habitación hacen resonar con fuerza la soledad, la visita puntual del personal sanitario suavizan el paisaje desolador que rodea los últimos días del enfermo hasta que, en muchos casos, acontece la muerte. Después, los trámites post mortem siguen un protocolo marcado por las restricciones establecidas que siguen creando desolación en los familiares y amigos.
La situación hace que en bastantes casos se prescinda o se deje aplazada cualquier celebración para vivenciar de manera ritual la despedida del ser querido. En algunos casos, una breve celebración religiosa dignifica y ofrece consuelo en este duro momento que tienen que vivir muchas familias. Sin olvidar la presencia amiga de los capellanes de hospital que han pasado por la habitación de la sala o de los cuidados intensivos para confortar al enfermo con los sacramentos. “La semana pasada administré a veintidós enfermos de Covid-19 el sacramento de la Unción, y once de ellos murieron a las pocas horas”, me decía uno de los capellanes del hospital.
Los medios de comunicación nos sirven diariamente cifras de contagios y de muertes, que no deben hacernos olvidar que tras ellas están personas con sus respectivas historias. Un final de la vida, el de los muertos por el Covid-19, que nos debe hacer pensar a todos para adoptar comportamientos solidarios y responsables.
Sin dejar de acompañar con nuestra oración a los enfermos, fallecidos, familias, personal sanitario y cuidadores. También a los que han de tomar decisiones en esta situación que nos afecta a todos.SUFRIMIENTO AÑADIDO. El aislamiento es un sufrimiento añadido a la enfermedad cuando una persona queda ingresada en el hospital por el Covid-19. Mientras que las paredes de la habitación hacen resonar con fuerza la soledad, la visita puntual del personal sanitario suavizan el paisaje desolador que rodea los últimos días del enfermo hasta que, en muchos casos, acontece la muerte. Después, los trámites post mortem siguen un protocolo marcado por las restricciones establecidas que siguen creando desolación en los familiares y amigos.
La situación hace que en bastantes casos se prescinda o se deje aplazada cualquier celebración para vivenciar de manera ritual la despedida del ser querido. En algunos casos, una breve celebración religiosa dignifica y ofrece consuelo en este duro momento que tienen que vivir muchas familias. Sin olvidar la presencia amiga de los capellanes de hospital que han pasado por la habitación de la sala o de los cuidados intensivos para confortar al enfermo con los sacramentos. “La semana pasada administré a veintidós enfermos de Covid-19 el sacramento de la Unción, y once de ellos murieron a las pocas horas”, me decía uno de los capellanes del hospital.
Los medios de comunicación nos sirven diariamente cifras de contagios y de muertes, que no deben hacernos olvidar que tras ellas están personas con sus respectivas historias. Un final de la vida, el de los muertos por el Covid-19, que nos debe hacer pensar a todos para adoptar comportamientos solidarios y responsables.
Sin dejar de acompañar con nuestra oración a los enfermos, fallecidos, familias, personal sanitario y cuidadores. También a los que han de tomar decisiones en esta situación que nos afecta a todos.